Los empleados de fincas urbanas son esenciales contra el coronavirus. La gran batalla contra esta pandemia se libra en comunidades de propietarios y en los edificios residenciales. Porque es allí donde transcurre la vida de una gran mayoría de ciudadanos.
Este comienzo de mes es diferente. Llevamos 3 semanas de confinamiento, y todos hemos aprendido a vivir de otra manera. Nos hemos acostumbrado a trabajar en casa (los que podemos hacerlo). A cultivar la esperanza. A apreciar las pequeñas cosas. Y a valorar bastantes profesiones que hasta ahora han sido invisibles para nosotros, aunque siempre han estado ahí.
Sanitarios, policías, bomberos, soldados, camioneros, dependientes de alimentación y supermercados se han vuelto relevantes para nosotros. Ellos cumplen funciones esenciales en esta nueva forma de vida a la que obligatoriamente nos estamos acostumbrando.
LOS EMPLEADOS DE FINCAS URBANAS TAMBIEN DESARROLLAN ACTIVIDADES ESENCIALES
Y hay muchos más “imprescindibles” en los tiempos que corren. Me refiero a los empleados de fincas urbanas, que desarrollan actividades esenciales contra el coronavirus. Los porteros y conserjes que son los auténticos comodines de las fincas urbanas tienen un papel muy relevante en la lucha que todos estamos librando contra el coronavirus. Por ello, continuan realizando su trabajo, al amparo del Real Decreto-ley 10/2020, de 29 de marzo, tal y como se establece en su anexo dedicado a las actividades esenciales:
«18. Las que presten servicios de limpieza, mantenimiento, reparación de averías urgentes y vigilancia, así como que presten servicios en materia de recogida, gestión y tratamiento de residuos peligrosos, así como de residuos sólidos urbanos, peligrosos y no peligrosos, recogida y tratamiento de aguas residuales, actividades de descontaminación y otros servicios de gestión de residuos y transporte y retirada de subproductos o en cualquiera de las entidades pertenecientes al Sector Público, de
conformidad con lo establecido en el artículo 3 de la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público.»
Las funciones básicas de los empleados de fincas urbanas son: el cuidado, la conservación, la limpieza y la vigilancia de las dependencias comunes. Además, deben velar porque no se perturbe el orden, sosiego y seguridad de quienes viven en el edificio.
En la situación actual, la gran mayoría de la población pasa 24 horas diarias en sus viviendas. Por ello, es más necesario que nunca que los edificios tengan todos sus servicios funcionando perfectamente. Y los empleados de fincas urbanas son los responsables de ello.
Lógicamente, la limpieza pasa a ser la tarea más prioritaria: puertas de acceso, ascensores, botoneras, barandillas, pomos y tiradores deben ser limpiados varias veces al día, con productos desinfectantes adecuados.
Junto a ella, los empleados de fincas urbanas tienen que extremar la vigilancia para evitar el uso indebido de las instalaciones comunes (garajes, terrazas, jardines, etc.)
LOS CONSERJES Y PORTEROS SON UN APOYO A LOS MAYORES
En situaciones normales, los porteros y conserjes son un apoyo cercano y accesible para nuestros mayores que viven en soledad. Este apoyo se torna imprescindible en las actuales circunstancias. Los empleados de fincas urbanas son la infantería de la ayuda a los miembros de este colectivo tan vulnerable. Hacerles la compra, llevarles las medicinas que necesitan, estar al tanto de las posibles incidencias que puedan sufrir, evitarles visitas malintencionadas y hablar con ellos diariamente a través del telefonillo forman parte de la rutina diaria de estos profesionales, en la atención a los mayores de la comunidad.
Aunque esta función no esté definida en su convenio, es una actuación individual y solidaria que cada uno de ellos realiza con la mejor disposición. Por todo ello, los empleados de fincas urbanas bien merecen el reconocimiento de la sociedad, teniéndolos presentes a la hora de los aplausos solidarios.
Yo lo hago desde aquí y emplazo a quien corresponda para que, cuando pase esta tormenta, reciban colectivamente el homenaje que su callada labor bien merece.
Juan Rodríguez Baeza